18 de enero de 2009

Buenos dias le dé Dios

Tenía una gran cruz de plata colgada del cuello, los labios y los aritos de color cereza, el porte de una señora coqueta, arreglada para los trámites de un jueves por la mañana. O como quien va al médico, en una visita de rutina, de ésas que hacen los jubilados para salir de casa.
Alta, de cabellos grises, saludo al colectivero con voz clara y fuerte, colocó las monedas en la máquina. Luego se paró en el pasillo, estiró el brazo donde colgaba su cartera y mientras se acomodaba en el pasamanos elevó la voz. Creí que iba a dar las virtudes de algún producto de venta directa. Me equivoqué.
“Sres. Pasajeros, buenos días. Soy una señora de la asociación cristiana del Sagrado Corazón. Les pido que en esta mañana que compartimos este viaje agradezcamos a Dios las oportunidades que nos da como este nuevo y maravilloso día. Quien quiera y no tenga vergüenza puede hacer la señal de cruz como la hacen normalmente, sino la pueden hacer por dentro. Demos gracias diciendo la oración que nombra al padre celestial y que comienza: Padre nuestro que estás en los cielos…”
Un par de pasajeros le hicieron eco y recitaron el Padrenuestro. La chica que estaba a mi lado se persignó. Yo murmuré mentalmente el rezo, clavé los ojos en la señora y no pude despegarlos de ella en todo el tiempo que duró la oración.
Tuve una sensación ambigua, por un lado pensé que era una forma diferente de comenzar el día. Es reconfortante invocar la protección divina al empezar la jornada.
Después se me instaló la idea de la gente no católica que estaba en el 298, de su derecho a no sentirse atosigados por algo que era impuesto por la buena voluntad de la señora… Nadie se ofendió, o por lo menos no se escuchó una queja, ni un comentario en contra.
La señora de la asociación católica termino su oración, agradeció a todos y se sentó junto a la ventana.

4 de enero de 2009

El amenazado - Jorge Luis Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

1 de enero de 2009

Venía a dejar algo que tenga que ver con el principio de año. Con el inicio, el comenzar, algo de bienvenida al 2009.
Sin embargo, no encuentro las palabras porque hoy me las dejé en otro lugar, en otro jarrón de ideas, parafraseando a un escritor argentino...
Asi que ahi van unos versos que me gustan, nomás:

¿Están dopados los enamorados?
Están dopados, o algo así ha de ser.

Se deforman perfectos, se mueven violento,
se suspiran por turnos, pierden el parpadeo.
Pierden la perspicacia, se les va el ingenio,
se sospechan, confían que ahora todo será bueno.
¿Están dopados los enamorados?
Están dopados, o algo así ha de ser.
No piensan, no razonan, no analizan;
se proyectan, se estudian, se visten y se desvisten.
Alteran su conciencia de vacíos a llenos;
de complejos a simples, de mortales a eternos.

¿Están dopados los enamorados?
Están dopados, o algo así ha de ser.

(¿Están dopados los enamorados? - Lisandro Aristimuño)