29 de mayo de 2010

25 de mayo de 2010

Bicentenario

Pienso en la Argentina que construimos todos, todos los días.
Pienso en mi familia, que ha trabajado tanto y lo sigue haciendo.
Mi abuela, mis tías, mi madre desde la casa, con las derrotas y victorias cotidianas, con la crianza de los hijos, con la comida en la mesa y el enseñar tanto los buenos modales como la solidaridad y la esperanza.
Un día como hoy recuerdo a mi Padrino, mi prócer privado e intimo, que nunca olvidaba de colgar la bandera en el balcón ni las efemérides que aprendió de tan chico en la escuela de suboficiales. Un milico respetado por todos, que vio lo mejor y lo peor de la fuerza y se mantuvo puro de acción y corazón, y crío a toda su familia en el amor a la Patria y a la Verdad (así, con mayúsculas).
Pienso en mis viejos, hoy jubilados docentes. Tan vapuleada profesión, con sus míseros sueldos, con sus festejos de pizarrón y peña folclórica, siendo padre y madre de cientos de pibes que pasaron por sus aulas para instruirse, a veces tan necesitados de alimentos como de afecto. Y siempre con ganas de estar con sus “chicos”, porque a pesar del cansancio siempre se divirtieron como locos.
Pienso en mis tíos, primos y hermanos, que recorren los hospitales públicos, investigando, curando, mitigando dolores, porque la vocación puede más que las desinteligencias del gobierno de turno.
Un día como hoy no olvido a los artistas de la familia, que protegen su sueño cada día, escudando la música o la pintura detrás de un uniforme, en un trabajo de diez horas diarias.
Y me emociona ser conciente de que la Argentina no la hacen los malos políticos, sino tantos otros como los de mi familia, que ponen su esfuerzo, su sangre, sus esperanzas, su voluntad. Todos nosotros quienes construimos este país día a día, los que no bajan los brazos para que en algún momento no muy lejano, se cumpla el sueño de vivir en un suelo justo, libre y soberano.