Si viviésemos juntos, no habría en el mundo fuerza mayor que el vértice de tu cuerpo y el mío.
Si compartiéramos un techo, podría cuidar de vos como cuidas de mí
cuando en las mañanas frías encendés la estufa, calentás el baño y me cebás mates ricos,
para darle la bienvenida al nuevo día.
Si habitásemos juntos me pondría triste una vez al mes…
y estarías cerquita para consolar sin palabras,
con un abrazo fuerte a este cuerpo y a este corazón,
ya libre del guante de hierro.
Si viviésemos juntos, la maravilla de amanecer con vos
sería cotidiana y yo sería definitivamente
tu único vicio.